MALOKA RINCÓN: “EL DISCURSO DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI ES ACTUAL”

A pesar de haber pasado casi 90 años desde su fallecimiento, la vida y obra de José Carlos Mariátegui sigue generando fascinación. En los últimos años la compañía “Teatro del Vinagre” ha llevado varias obras inspiradas en el Amauta a diversos escenarios en Perú y Colombia. María Isabel Rincón más conocida en el ámbito artístico como “Maloka Rincón”, es una directora teatral, cuya trayectoria abarca múltiples facetas: docencia, interpretación, dirección, dramaturgia, docencia, colaboraciones en medios de comunicación y en todas ellas se repite la búsqueda incansable de nuevos lenguajes expresivos y estéticos.

¿Qué caracteriza al Teatro del Vinagre de otros grupos teatrales?

Difícil decirte porque yo no sé cómo funcionan otros grupos. Te puedo hablar de mi experiencia en grupos en donde primaba lo comercial. Yo apuesto mucho por ir al epicentro de la tensión auténtica, trabajar todas las herramientas técnicas que te permitan vocalizar, que te entiendan, tener un manejo, un control del cuerpo, el actor no puede salir a escena para que la gente diga: ¡qué técnica!, nosotros no queremos eso. Una característica del Teatro del Vinagre es que si bien queremos vivir del teatro, nos arriesgamos a lo que hacemos, no queremos responder a las necesidades y a la moda. Y José Carlos Mariátegui hablaba de esto, de cómo el artista está supeditado muchas veces para no morir heroicamente de hambre —como él decía—, a dejar a un lado su estilo y personalidad. La formación para mí del actor en el Teatro del Vinagre es integral, que comienza más por el sentido de la verdad, de no juzgar y del encuentro de sí mismo para luego proyectarlo a los personajes.

Sabemos que trabajan con personas que sufrieron algún tipo de violencia, ¿ve al teatro cómo una forma de terapia para las personas que han tenido estas experiencias?

Si mira, el Teatro del Vinagre maneja dos corrientes, una que es puramente artística en donde las personas viven una catarsis a través de ver el teatro y desde esa puramente artística están las puestas en escena también sensoriales, donde el pasajero es el protagonista de la historia; y otra corriente que es realmente terapéutica. Cuando estuve en Lucanamarca, a mí me dicen “mira queremos tratar esto por todo el tema de la violencia”, también de género y es utilizar las herramientas artísticas con un fin terapéutico. Entonces son dos corrientes diferentes, las dos son terapéuticas, pero el objetivo es uno en un caso, y otro en otro caso.

Si nos referimos a Mariátegui, en Moquegua lo conocemos como periodista, escritor o ensayista, ¿qué es lo que los motiva a llevar su vida y obra al teatro?

La primera motivación —hablando muy honestamente— no fue vamos a dar a conocer a Mariátegui. Estaba trabajando para la municipalidad [de Lima] con un grupo de chicos y cuando entró el alcalde Castañeda empezó a quitarles estos talleres que le daban a los chicos, aproximadamente veinticinco jóvenes. Entonces hablé con el grupo y les dije: “mira pasa esto, esto no continua, pero lo que os propongo es que busquéis un parque, un algo, y yo voy a continuar dictando esos talleres mientras vemos si podemos hacer algo que podamos rentabilizar”, que nunca lo pudimos rentabilizar económicamente, pero si humanamente, entonces [esto] se convirtió en el Semillero Vinagritos. De ahí, a mí me llamaron para hacer unos talleres una persona que trabajaba en la Casa Museo José Carlos Mariátegui, Betsabé en esa ocasión me escribe y pregunta si estoy en España o en el Perú, le cuento que estoy en el Perú, [entonces] me llama para que haga unos talleres, le dije “sí, podríamos hacer talleres, pero que te parece si hasta hacemos una obra de teatro”, pero mi intención de verdad no era tanto José Carlos Mariátegui, era darle un espacio a esta cantidad de jóvenes. Y les pareció excelente, hablamos cosas, yo me fui muy entusiasmada, los chicos se entusiasmaron mucho. Empecé a estudiar a José Carlos Mariátegui y dije “¿en qué lio me he metido?, ¿y ahora qué hago?” (risas). Porque claro yo lo conocía pero nada, todavía no vivía aquí en el Perú y no era consciente del peso de lo que realmente estaba tocando. No tenía muy identificado a ese José Carlos que lo han tomado de bandera en tantos lugares.

Así es, es muy icónica la historia.

Si, allí empecé a estudiar a José Carlos Mariátegui para poder hacer esa puesta en escena. De los chicos ninguno lo conocía. Yo preguntaba a la gente y lo conocían muy poco, en cambio yo de estar afuera no lo conocía más por ignorancia mía, que por no haberlo oído. Lo conocen más afuera que aquí. Descubro que más allá de su labor política y periodística tenía una vida como un hombre de mando —personalmente me llamó mucho la atención—, este muchacho en la Maison de Santé [hospital de Lima], entre grandes, leyendo. Y me parecía que era muy referencial justo para todo esto que yo estaba intentando hacer con estos muchachos. Conocí a la nieta de José Carlos Mariátegui, Cecilia Ferrer, y entonces supe que él había tenido un compromiso —que hasta el momento yo no lo había visto en las biografías— que era el de Victoria, en el que había nacido Gloria María [primera hija de Mariátegui]. Entonces me entero también de esta cosa, pero ¿por qué en las biografías hablan tanto de Anna Chiappe [esposa de Mariátegui]?, ¿qué ha pasado con Victoria? y ¿qué ha pasado con Gloria María? Entonces la motivación se convirtió en mostrar a ese hombre que más allá de periodista, más allá de político, de lo que fuera, era un ser humano admirable, que cuya imagen que se había estado utilizando muchísimo sin realmente estudiar qué era lo que él daba. Esa fue la motivación de “La vida que te falta”.

Más se conoce el pensamiento de Mariátegui que su vida personal.

Nosotros en “La vida que te falta” teníamos una escena —que a mí me encantaba— de circo claro, porque a José Carlos Mariátegui le encantaba el circo, le fascinaba. Entonces, [la obra] estaba llena de cosas que las personas no sabían. A mí me gusta mucho el tema de lo seductor que era, las traía locas a todas (risas); y siento que al acercarlo a lo humano, al público ya les apetece a investigar un poco sobre quién era, no como alguien alejado. Y esa fue la primera motivación, después hubo otra, fue el homenaje a José Carlos Mariátegui resaltando lo de Norka Rouskaya [bailarina suiza].

El último “Empieza por J y termina por I” es una propuesta que quiere acercar mucho más [a la obra de Mariátegui]. Claro tú dices Mariátegui y te tuercen los ojos, ¿no?, “¡oh, Los siete ensayos!, ¡qué pereza!” (risas); entonces fue como tomar cuestiones de “Los siete ensayos…” como el tema del indigenismo y ponerlo en la voz actual: hay una niña joven que sufre de bullying en su instituto porque tiene apellidos indígenas y de la selva, que los jóvenes puedan verlo y puedan identificar que el discurso de José Carlos Mariátegui es actual. Entonces esta chica reniega, no quiere que le descubran sus apellidos.

Ésta situación pasa bastante en el Perú.

En la periferia, hay chicos que hablan quechua y no quieren que nadie sepa. Entonces tomamos eso con una tutora que es como la voz de Mariátegui y metafóricamente representa al Perú, pero tiene Alzheimer, porque yo creo que hay un problema en Latinoamérica de Alzheimer total. Con esta obra viajamos al Festival de Mujeres en Escena por la Paz a Colombia, a mí me gusta mucho porque es esta tutora intentando que María —que se llama el personaje— comprenda la belleza, lo necesario de rescatar la identidad. A la tutora se le va yendo la memoria, cuando se le va del todo, ya María se da cuenta de la importancia, y termina con María con la frase «por favor, profesora, profesora, no se vaya», «que no le pase a usted, lo que le pasa al Perú».

Esa obra estuvo bastante tiempo en la Casa Mariátegui pero también la hemos llevado a instituciones e institutos. Han ocurrido cosas muy lindas: en la [academia] ADUNI, por ejemplo, una chica se levantó a hablar —porque después de esto lo que hacemos es un conversatorio con los jóvenes—, y con la voz cortada dijo: “¡A mí me pasa!”; “yo soy de apellido tal… y yo amo mis apellidos, pero me han golpeado mis compañeros por esto”. Es una obra que ha funcionado de una forma muy bella.

¿Cuál son las características de obras teatrales inspiradas en Mariátegui?

Nos metemos con el público. La obra “La vida que te falta”, empezaba con el funeral de José Carlos Mariátegui con actores llorando, a veces el público pensaba que se habían equivocado y se iban. Entonces una de las características es que interactuamos directamente. Tiene mucho que ver con el trabajo del Teatro del Vinagre y del espacio Vinagre, el cómo te acercas a las personas. En cuanto a la estética siempre va de acuerdo a lo que vayamos a hacer, pero también a los recursos con los que contemos, creo mucho en el actor como pilar de lo que se cuenta. Normalmente, lo que hacemos es pensar en una vestimenta negra en donde vamos a dar los detalles solamente con algunos elementos. Por ejemplo, los vendedores de tradiciones [personajes en la obra de Ricardo Palma] a lo mejor tienen todo esto negro, pero a lo mejor un mandil, algo que caracterice la época. Hacemos la escena del naufragio, lo hacemos con una tela azul muy grande, barco e iluminación azul. Utilizamos elementos que llevan al público al momento. Conseguimos hacer cosas muy efectivas —que pena que yo lo diga— con pocos recursos y mucha creatividad.

¿Qué otras instituciones han colaborado para la presentación de las obras?

Por ejemplo, con ADUNI hemos hecho obras a nivel social, y nos gusta también este tipo de propuesta, donde al año hacemos como mínimo “X” labores sociales, que unas se puede subir [al Internet] y otras que no publicitamos porque no nos parece necesario (risas). En la Biblioteca Pública de Lima de [calle] Abancay; yo resaltaría mucho la labor de Cecilia Ferrer Mariátegui que ha apostado mucho por nosotros.

En comparación a Colombia o España, ¿qué tanto es el apoyo que se le da al teatro en el Perú?

Mira, en esto me gusta ser clara, yo no puedo hablar con mucha certeza porque no sé exactamente cómo funcionan en general. Te puedo hablar de la percepción que tengo y la percepción es que el apoyo es bastante mínimo, pero yo no puedo hablar con conocimiento, porque no tengo el tiempo de verdad de ver todo esto, yo siento que falta apoyo al artista. En España por ejemplo con la crisis se ha ido todo al tacho, pero queda la conciencia. Creo que la diferencia es en que en un lugar te reconocen ese trabajo y en otro no, y siento que aquí hay una falta de reconocimiento hacia el trabajo del artista.

La falta de reconocimiento, ¿se debe a qué en el Perú no hay mucha cultura del teatro?

Claro, no hay tanta cultura del teatro porque no se apoya. Yo no sé cómo funciona el tema de la cultura y educación, pero creo que no está dentro del plan. La lectura es mínima, muchas veces lo ves cuando entregas un texto a las personas que recién van a empezar y no pueden leer el texto. No hay una cultura de lectura, esto no es solo al teatro, no es una cultura teatral sino una cultura general.

Sobre las obras inspiradas en Mariátegui, ¿habría la oportunidad de presentarlas en Moquegua?

Pues imagínate, el honor que sería poner a José Carlos Mariátegui en la tierra en la que nació. En el caso de “La vida que te falta” yo la remonte con profesionales de la ADUNI, pero eso requiere un tiempo. La cuestión es que se puede ir y montar allí; por ejemplo, llevar una actriz, dos actores y remontarla con personas de allí; o remontarla con personas de aquí. Lo que pasa es que esto requiere un trabajo y una inversión económica bastante más grande, salvo que se remonte y se diga que va a tener no sé cuántas funciones. Luego en “Empieza con J…” es más sencilla de mover, porque somos menos, pero también requiere rehacerlo.

No hay teatro en Moquegua, pero quizá se pueda acondicionar algún espacio.

Claro, no hace falta. Hay que saber a dónde se va, que se hace y en donde hay. Es decir, hay que buscar la forma de llegar, ese fue uno de los problemas que ocurrió en España con la crisis, que la mayoría estábamos acostumbrados a unas comodidades, luego te las quitan y de repente la gente queda como “ahora ya no puedo hacer”, cosa que también me parece grave. El que no tenga teatro no es impedimento.


Entrevista Jorge Canales Barrera

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